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Nostalgia en la cocina.

Hola a tod@s: 


Hoy hace un frío decembrino que por fin parece estar cónsono al invierno que se va acercando. Yo amo mucho el invierno, quizás porque nací justo en su solsticio, o quizás porque me gusta mucho ralentizar. De todas formas hoy, con este viento helado que veo soplar por la ventana, se me ha antojado charlar un poco mientras preparamos un plato de la cocina andaluza que yo adoro para calentarme y que, en su versión vegetariana, es muy rico de sabor y muy parco en precio, sostenible al 100 ℅ e ideal para muchos comensales.  Estoy hablando de la cazuela de papas. Típica de la cocina chilena, siendo un plato pobre y fácil de preparar, se ha ajustado bien a la tradición rural y humilde de España. En el tiempo ha ido enriqueciéndose también con carne, pescado o mariscos que siempre podéis añadir al gusto, pero yo prefiero su versión más sencilla. 




Bueno os invito en mi cocina virtual donde empiezo cascando 1 o 2 papas por comensal (podéis elegir el tipo de papa que preferís, a mi personalmente me gustan las patatas amarillas). Naturalmente antes las pelamos y luego las lavamos. Mientras tanto ponemos a hervir en una cazuela agua con sal; luego echamos las papas. Limpiamos también unas alcachofas (que a mí me encantan, pero si no son de temporada o no os gustan podéis añadir zanahorias que dan un poco de color). Ponemos las alcachofas (o en su falta las zanahorias) partidas en 2 o 4 partes dentro de la cazuela y dejamos cocer hasta que las patatas estén blanduchas. 


Mientras van hirviendo, os cuento algo que salió en la sobremesa hoy, en familia. Mi hijo menor (casi 8 años), preguntó que cómo fue el pasaje del 1999 al año 2000, que cómo celebró la gente (él dice que nos imagina como pioneros del milenio que con martillos derriban un muro, para dejar entrar la nueva era… no le falta imaginación desde luego 🤣). El padre y yo nos pusimos a reír y les contamos (a él y al otro hijo de 10) que no. No hicimos nada especial, celebrar en una plaza con amigos  y que había mucha preocupación por los sistemas informáticos, pero que nosotros no teníamos ni ordenador ni teléfono, así que aquellos eran problemas bastantes lejanos y que llegaban tan solo como eco de la tele. 


Bueno de paso, mientras reflexionáis sobre esta charla y sus consecuencias, sigo con la receta que si no la liamos. 

A parte en una sartén ponemos unas 10 almendras peladas, 1 pimiento verde picadito y un diente de ajo entero, sazonamos, añadimos aceite de oliva  y rehogamos bien hasta que las almendras no queden tostaditas y el olor de ajo y almendra inunde las cocinas. A este punto yo pongo también un par de semillas de pimienta negra, un cucharón de agua de donde hierven las papas y en un mortero o con una batidora, picamos todo muy finito y lo ponemos a parte hasta que no estén listas las papas. 


Mientras esperamos que todo esté listo para la degustación, volvemos al comienzo del milenio. La cara de mis hijos se quedó desencajada a la idea de que no tuviéramos internet en las casas, que viviéramos los dos separados con nuestras costumbres alejadas y sobre todo que el milenio lo habíamos recibido con cierta indiferencia y sin fotos (o muy pocas) que den testimonio del evento. En ese momento yo me di cuenta de cómo ha cambiado todo radicalmente, de cómo hemos corrido en los últimos 24 años y, por mucho que no tenga miedo del progreso o de la tecnología, cuanto añoro no tener dependencia de ellas. El móvil ha pasado de ser un soporte útil al objeto alrededor del cual construimos nuestra relaciones, con el que narramos nuestras vidas creandos recuerdos falsos de lo que estamos viviendo o no estamos viviendo. Hace 25 años, hace tan solo un cuarto de siglo, no sé si éramos más felices pero éramos más libres y más pacientes mientras esperábamos la víspera de un año, incluso de un nuevo milenio. Pienso en mí y sinceramente me echo un poco de menos. Echo de menos no pensar en una imagen falsa, en una frase bonita, en una aventura que novelar a toda costa. Pienso que el mundo es más virtual que nunca, sin embargo nosotros necesitamos más que nunca ser corpóreos: abrazar y ser abrazados; hablar y escuchar el sonido de la voz; bailar; saltar; sudar; gritar; vibrar con los demás. 


Pero, antes de que la nostalgia se haga imperante, vamos a acabar la receta, que a esto vinimos. Para usar las manos, el olfato, la vista y el gusto y recordarnos porque comemos. 


Vertemos el majado en la cazuela, ajustamos de sal, ponemos una hoja de laurel para aromatizar y dejamos hervir unos 5/10 minutos más hasta que la sopa no se queda espesita. Dejamos reposar y servimos caliente con un chorro de aceite de oliva por encima. 


Guardamos el móvil (prohibidas la fotos, también para el blog ;) ) y disfrutamos del sabor que tiene, antiguo y eterno, como solo las papas suelen tener. Charlamos con quien tenemos alrededor y dejamos que el cuerpo se caliente, las fuerzas se recuperen y vuelva la sonrisa de cuando algo no solo es nutriente sino que es memoria de la vida. 


¡Buen provecho gente loquita! Si tenéis ganas comentad  los recuerdos que os ha despertado la receta, o la charla… 


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