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Imago y libertad

Ayer estaba en el coche, escuchando la radio, cosa que hago siempre demasiado poco. Me encanta la radio, sobre todo los programas que hablan de cultura o son cómicos, o donde se entrevistan personas o se cuentan historias. Estas voces de dicción perfecta, sus bromas pensadas solo para quien oye, renunciando a la mímica, me predisponen a la práctica de la escucha, quizás la más difícil de ejercer en nuestro caótico presente. 


El programa era “Piazza Verdi” en radio rai 3 (por si alguien está interesado en el episodio, aquí está, lo recomiendo mucho a todos los que saben un poco de italiano o quieren aprender) de Gaia Varon que estaba presentando la última obra del poliédrico director argentino Rafael Spregelburd que se estrenará por primera vez en Italia, el 22 de noviembre en el TeatroDue de Parma. La obra, que se llama “17 caballitos”, se ha escrito de forma experimental dentro de un proyecto llevado a cabo por la fundación TeatroDue y que ha visto al director crearla dialogando directamente con los actores, en un proceso que hace que las palabras, los diálogos se cosan directamente y muy poéticamente sobre el “cuerpo” de quien encarnará a los personajes. 





Bueno a parte de ser una noticia super interesante para quienes aman la cultura, el teatro o simplemente escuchar la voz de los intelectuales contemporáneos que tratan de elaborar nuestro tiempo, se me manifestó la idea de una reflexión, que como siempre me gusta compartir con vosotros (o quizás simplemente me ayuda a profundizar y analizar mis propios pensamientos). 

La semana pasada estuvimos hablando de la importancia de las palabras (aquí encontráis el post del 10 de noviembre) y en cierto modo cuando hablamos de cultura y arte, volvemos a focalizarnos sobre la importancia de las palabras, o mejor dicho de la comunicación humana. Los artistas abren el paso a una realidad que es imaginada, simbólica, posible y resistente al paso del tiempo: Spregelburd en la entrevista dice por ejemplo, hablando de su moderna Cassandra  protagonista de la pieza, que los mitos se reinventan continuamente. Eso hace el arte, reinventarse en cada momento, también gracias al diálogo imaginario que se instaura entre quien experimenta la obra y su creador.


Hoy en día las personas leen poco, los chicos de 14 a 16 años casi nada (es un dato empírico, pero bastante fiable ya que trabajando en la escuela puedo observarlos y hablar con ellos constantemente), además de no leer, no ven pelis (o por lo menos no ven cine que no sea “fast-food”), no leen revistas … no visitan museos, no van al teatro. Yo trabajo en una escuela humanística, con 3/4 literaturas que se estudian en el bachillerato, latín, historia del arte… En fin: ¿Si no se interesan por el arte o la lecturas mis estudiantes, cuál será la situación real en Italia o en Europa en general? Yo creo que la respuesta es fácil de contestar, pero si queréis podéis buscar datos ... me temo que serán mucho peor de lo que imaginamos. 


Ahora no penséis que todo eso viene en forma de sermón, en absoluto, pero viene con grande tristeza, porque no saber decodificar el arte, o pensar que el arte no es para nosotros, muchas veces sin ni siquiera probar, experimentar, dejarse llevar, aburrirse o exaltarse en un teatro, en un cine, en un concierto o también experimentar la diferencia entre algo puramente comercial y algo que tiene cierto valor artístico es una pérdida tan grave, tan desoladora que me hace pensar en qué está fallando en la sociedad y en la educación hoy. Sé que ha habido época en que había gente que no sabía leer, pero tenía acceso a otras formas de belleza. Mi abuela con el tercer año de primaria, adoraba la poesía y respetaba mucho todas las formas de cultura y entretenimiento artístico aunque no las entendiera. Hoy mucha gente ha estudiado, por lo menos hasta los 18 años pero es incapaz de conmoverse delante de un cuadro. 


“El teatro es una escuela de llanto y de risa y una tribuna libre donde los hombres pueden poner en evidencia morales viejas o equívocas y explicar con ejemplos vivos normas eternas del corazón y del sentimiento del hombre.

Un pueblo que no ayuda y no fomenta su teatro, si no está muerto, está moribundo; como el teatro que no recoge el latido social, el latido, histórico, el drama de sus gentes y el color genuino de su paisaje y de su espíritu, con risa o con lágrimas, no tiene derecho a llamarse teatro, sino sala de juego o sitio para hacer esa horrible cosa que se llama "matar el tiempo". No me refiero a nadie ni quiero herir a nadie; no hablo de la realidad viva, sino del problema planteado sin solución” (F. G. Lorca, “Charla sobre el teatro”).


A menudo lo cito, mi querido Federico, pero es que todo lo que escribía sigue siendo tan actual: el teatro es la forma más antigua de arte y de educación al arte, por extensión un instrumento poderoso de mimesis en los personajes y en las situaciones universales. El teatro sigue en crisis, la cultura en general lo está. Cuando los colegios llevan los niños a los lugares del arte, les dan la posibilidad de conocer y acercarse a un mundo que sino probablemente no experimentarían, les dan la posibilidad de abrir la ventana hacia un universo que, no me cansaré nunca de repetirlo no es solo para gente instruida, sino todo lo contrario. Solo los brutos de ánimo pueden pensarlo, porque conciben la sociedad solo como una masa de consumidores y el entretenimiento real como una pérdida de tiempo por elitistas. 

La verdad es que arte hay para todos los gustos y hay una verdad que nadie puede discutir: la imaginación es la puerta de la libertad y una vez que se saborea su sensación, renunciar a ella será imposible. Cuando se oyen voces de represión, quizás sea bueno aprovechar todos los soplos de libertad que tenemos.


Buen domingo, ¡que seáis siempre lo más libres que se pueda!


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