Buscando en casa de mi madre, revolviendo objetos, olores, recuerdos, di con el libro Memorias de Leticia Valle, una novela de Rosa Chacel, publicada por primera vez en 1945. El libro tiene mucho que ver con mi vida, ya que la traducción al italiano fue mi trabajo de tesis, juntos con un pequeño estudio previo sobre el que trabajé por meses mientras revisaba una vez tras otra el texto en italiano. La edición de Clueb, una editorial de Bologna, vio la luz en 2007. O sea, hace ya una pila de años y me parece que el mundo ha cambiado demasiado rápido desde entonces, para en el fondo no cambiar nada de la naturaleza humana, dando credibilidad a todos los que creen que la ficción es realmente lo único eterno y universal que tenemos.
Mi madre tenía unos volúmenes en casa y cuando volví a tener el libro en mi mano me sobrecogió una gran nostalgia: el papel grueso, las imágenes que yo había elegido con gran esmero, la correspondencia con el hijo de la escritora, la visita a Simancas, donde la novela está ambientada y el tema, o mejor dicho la forma de tratar un tema escabroso, controvertido y censurable, no sólo en su época, sino en todas las épocas. Vosotros estaréis pensando, vale extrañar un libro, un trabajo, una pasión, un momento de la vida, pero ¿Cómo extrañar un argumento, ya que vivimos rodeados de una gran sobreproducción de historias?
Voy a tratar de explicarlo y espero que os entren ganas de leer esta novela, que no es sinceramente una lectura para la playa, pero que contiene dentro de sí una gran riqueza: la capacidad de evocar lo absurdo de la vida. La novela cuenta, sin contar (hay que leer lo que no se dice), la imposibilidad de entender completamente lo que pasa a nuestro alrededor, incluso dentro de nosotros, sin alejarse antes de la razón, para poder sentir la la potencia arrolladora de la sinrazón que existe como su polo contrario y complementario. Como si la verdad, cualquier tipo de verdad, fuera un enigma que no se puede resolver sólo con la lógica, porque una parte del misterio reside en otro lugar de nuestro ser que para alguien es el subconsciente, pero que para Chacel es mucho más.
Además espero que alguien, aunque sea uno, descubra esta maravillosa escritora que no ha tenido toda la fama que se merece su talento y su incesante trabajo como intelectual de una Generación, la del ‘27, que por largo tiempo se ha creído o se ha querido creer completamente dominada por los hombres.
En breve la novela arranca de una noticia que Chacel misma declaró ser la base del libro: un maestro en Valladolid había sido procesado por haber seducido a una niña. De allí ella imagina que esta historia sea narrada, bajo la forma de un diario, desde el punto de vista de la chica misma, que en la ficción es Leticia Valle. Siguiendo el flujo de conciencia de la joven tenemos que reconstruir lo que ha pasado, en una escalofriante confesión que dentro tiene un mundo hecho de silencios, cosas no dichas, un silencio que evoca también una forma de censura hacia las mujeres en la España de la época y la exigencia de crear casi un código de comunicación para desvelar los secretos.
A esto se añade la profunda reflexión entre la verdad y su aproximación. Esta novela se ha considerado a menudo (yo misma estaba muy convencida de esto) un antecedente literario de la Lolita de Nabokov, donde es la joven adolescente que seduce a su maestro. Sin embargo, volviendo a leerla después de tantos años, sin negar la coincidencia de la trama, la sensación que se me ha quedado clavada en la cabeza es que la interpretación no es completamente correcta. Me parece que el punto en Memorias de Leticia Valle, no sea quien seduce a quién, sino lo que la protagonista siente con respecto a lo sucedido y el hecho de que se quede para siempre atrapada en una memoria donde ella paga el precio de una sociedad entera, que es responsable de no saber comprender la verdadera esencia de la psique humana, de los sentimientos, de las emociones, una sociedad que vive compulsivamente preocupada en arreglar las cosas que la hacen imperfecta, en censurar lo que la hace inestable, sin considerar que esto lleva al gran dolor del ser humano.
Leticia es una adolescente que se aventura en el mundo, sabiendo de él solo lo que intuye y lo poco que le han enseñado, pero su mirada perspicaz mientras crece de forma rápida y violenta, es la del artista que ve, crítica e intuye los males y los límites de lo que le rodea. Leticia tiene los ojos de una niña, la pasión de una mujer y la sabiduría de una señora mayor, ella tiene el poder de desvelar la verdad, por terrible e inquietante que sea, pero el único modo que tiene para hacerlo es callando, esperando que alguien con bastante ingenio sepa leer el silencio, rodeado de palabras perfectas y de un estilo fluido, cristalino y evocativo. Sin decir nada, habla de tantas cosas, que cada vez que vuelvo a leer la novela, descubro algo, desvelo una parte nueva, no solo del libro, sino de mi.
Y digo yo, en el mundo en que todos se sienten con el derecho de opinar, que viajan con sus verdades absolutas en los bolsillos, ¿Existe algo que se pueda extrañar más de esto: la elegancia del silencio, la seducción de una forma perfecta y unos enigmas que resolver en privado?
Yo creo que no 😜
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