Hace muchos años, por allí unos veinte y pico, cuando todavía se usaban los Dvds y se alquilaban las pelis yo solía frecuentar uno de esos lugares mitológicos que hoy parecen casi pertenecer al mundo onírico, que llamábamos los videoclubs. Con cierta morriña lo escribo porque era un momento muy bonito lo de ir a elegir las pelis, normalmente en el fin de semana, o en verano con los amigos para pasar el rato.
Una señorita, en mi caso, era la dueña del antro mágico y se sabía todas las tramas de las pelis, los autores, los géneros, no había ningún algoritmo solo una pelirroja cariñosa que se aprendía tus gustos, una con la que charlar un rato, siempre sólo de cine o tiempo atmosférico (regla áurea). En fin por esa época me aficioné al cine, veía con voracidad de todo y cuando empecé también a tener estrecha relación con el castellano, así como hacía con el inglés, me dediqué a descubrir un poco el mundo del cine en lengua española y fue entonces cuando di con una peli que a menudo vuelvo a ver en clase con los estudiantes, porque es una mina de oro.
Estoy hablando de El Verdugo de L.G.Berlanga, una peli coproducida entre Italia y España en el año 1963, ambientada en una Madrid todavía muy atrasada pero en la que, poco a poco, se está formando la sociedad contemporánea tal y como la conocemos.
Con un blanco y negro para nada retórico, sino más bien legitimado por la idea de satirizar sobre un presunto reportaje, se resalta la ironía del cineasta valenciano que retrata la vida de un verdugo. Amedeo próximo a la jubilación intenta pasar su profesión al yerno, José Luis (un jovencísimo Nino Manfredi que actúa magistralmente su papel), mostrando un sistema de corrupción hasta para llegar a ser el funcionario más estigmatizado de España. Los aspectos sobre los que se centra la peli son muchísimos, desde la crítica al régimen franquista y su propaganda del honor al servicio de la patria (tema que me parece de grande actualidad todavía en la Europa de hoy en día), hasta la impiadosa reflexión sobre el tema de la pena de muerte, pasando por el retrato de una sociedad que critica al modelo capitalista y neo-burgués de EEUU, pero que en el fondo lo envidia y lo imita.
Pero si tengo que elegir entre los aspectos que más me llegan de la peli, me quedo con el tema del humor negro, la relación de la sociedad con la muerte y la responsabilidad de los actos de los individuos.
La literatura, la cultura popular y todas las artes que proceden de la cultura española siempre han demostrado el gran interés de los artistas por la muerte, una actividad incesante que se ve muy bien en el Barroco español, casi como un exorcismo constante y de elaboración colectiva de la dama negra. Ya lo decía F.G. Lorca en Teoría y Juego del Duende: “Todas las artes, y aun los países, tienen capacidad de duende, de ángel y de musa; y así como Alemania tiene, con excepciones, musa, y la Italia tiene permanentemente ángel, España está en todos tiempos movida por el duende. Como país de música y danza milenaria, donde el duende exprime limones de madrugada y como país de muerte. Como país abierto a la muerte. En todos los países la muerte es un fin. Llega y se corren las cortinas. En España, no. En España se levantan las cortinas. Muchas gentes viven allí entre muros hasta el día en que mueren y los sacan al sol. Un muerto en España está más vivo como muerto que en ningún sitio del mundo: hiere su perfil como el filo de una navaja barbera” y el trato irónico e irreverente hacia la muerte se manifiesta también en esta peli, de forma moderna, divertida, amarga y que hace reflexionar sobre cómo el mundo de hoy ha tratado de olvidarse tontamente de la muerte: en una sociedad que sueña infantilmente la eternidad, recordarnos que nacemos y morimos, nos daría una pizca más de realismo, quizás también de solidaridad, ya que como decía Totò “La morte è una livella, ci livella tutti uguali”.
Berlanga pone en escena tantos aspectos sociales sórdidos y patéticos de los individuos en relación con la muerte, que no hay desperdicio a mi ver, una mina que explorar, que podría abrir millones de debates.
Algunos ejemplos: José Luis, futuro verdugo, antes de casarse con Carmen, hija de Amedeo trabaja en una funeraria y el suegro le dice “Bueno, así nunca te faltará trabajo” y él contesta “La verdad que con las neumonías, este invierno no nos podemos quejar”. Humor negro que pone de evidencia como al final, el poderoso caballero “Don Dinero” hace que los principios se olviden pronto. Además en la peli se ve como la figura del verdugo es estigmatizada, pero en realidad “Si existe la ley, alguien debe hacer el trabajo” (cita de Amedeo), como a subrayar que el problema no es solo el individuo sino la sociedad entera.
Son temas que siguen latiendo, son temas que nunca mueren y hay que prestar mucha atención. La pena de muerte, como todas la privaciones de los derechos humanos, siempre está puesta sobre la mesa como instrumento de control: la idea de preservar a la sociedad marginando, matando, torturando, explotando a otros individuos es algo del que no no tenemos que olvidar nunca. Podemos no ser el verdugo, podemos olvidar que existe pero permitir e ignorar ciertas cosa, deja que el sistema se aproveche de los últimos para su propria propaganda.
Como escribió aquel genio romántico de Larra, en su artículo Un reo de muerte, la sociedad exige la pena de muerte porque así siente aliviarse sus culpas, siente que alguien paga el precio de la maldad imperante, ignorando que los males de la sociedad misma vienen de su propria indiferencia y egoismo, no por los actos de un hombre solo, llevado al patíbulo.
Aquí os dejo un enlace de Amnistía Internacional (https://www.amnesty.org/es/what-we-do/death-penalty/) sobre los países en los que todavía existe la pena de muerte. Os invito también a investigar, los motivos por los cuáles se puede llegar a ser juzgados.
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